jueves, 2 de julio de 2009

Cronica de un sueño de Verano


Un día abrí los ojos y me encontré en aquella enorme iglesia de oriente que nunca visité, aquella con el techo en forma de copula y murales impactantes que no recuerdo. Alguien precedía la misa sin lograr obtener mi atención, había mejores cosas de las cuales preocuparse.

Como por ejemplo, sentirme fugitiva.

Miraba con aprensión a mi alrededor, me encontrarían, nunca soy la mejor escondida y siempre me encuentran.

Ajetreo... sogas caen del techo y por ellas descienden guardias con rostros tapados y ropas estilo Aladino ¡¡A correr!!

¿Han corrido alguna vez por sus vidas? ¡Es una sensación tan excitante! os la recomiendo de corazón...

Las calles empedradas no son obstáculo, pues, en contra de las expectativas, soy una excelente corredora. Pronto llego al puente gemelo de aquel lleno de suspiros que está en Venecia, y quedo atrapada en el centro, acorralada por guardias a ambos lados

¡Maldición! ¿así se acabara todo? ¿tanto correr para nada?

No, siempre hay por donde escapar. Me acerqué al borde del puente y lo salté ¿Han saltado un puente? es como correr hacia la muerte y la excitación es tanta como correr por tu vida.

Pero no morí, caí con la gracia y ligereza de un ave. ¿Para qué? Para que me atraparan abajo...

Así es... la sensación de los grilletes en las muñecas, bueno... esa no la recomiendo... o tal vez sí, digo, es parte del todo.

No era la única, era una hilera de desgraciados prisioneros a los que guiaban hacia el muelle del puerto donde se decidiría quien moriría y quien partiría en barco como esclavo, pero yo no pensaba en eso, me concentré en quejarme como tan bien se hacer, y no paré de repetir que no tenían derecho de tratarme de aquella manera, que yo no había hecho nada malo y que se arrepentirían de tratarme de esa forma. Los demás prisioneros parecían fastidiados por mis gritos. No los culpo.



-A ella la quiero yo -Dijo un joven alto de pelo castaño claro y hombros anchos cuyo rostro jamás vi.

Las muñecas comenzaban a escocerme cuando me quitaron los grilletes.

-¡Eso! -Exclamé estirando los brazos ¡Libre por fin! -Gracias -Le dije un poco grosera a mi comprador y me disponía a marcharme cuando me detuvo por el brazo

-¿A donde crees que vas? -Preguntó arqueando una ceja que yo no podía ver -Te compre y vienes conmigo

-¿Que me compraste? ¿es que me has visto cara de cosa?

-Capitán el globo esta listo! -Gritó un hombre de aspecto desaliñado que se encontraba con otros tantos de igual aspecto.



Y entonces lo vi... un imponente globo aerostático de color rojo oscuro, que flotaba a orillas del muelle.
En lugar de una cesta, colgaba de él una escalera y los hombres parecían trabajar a su alrededor en labores inexistentes.



-Vienes con nosotros o vas como esclava en el barco con los demás, tu decide. -Lo mire a esos ojos que en realidad no podía ver y después miré el triste barco rodeado de un aura gris de desgracia y desaliento, la decisión era fácil, incluso lo hubiera sido así el barco tuviese un aura rosa mexicano. También miré a los familiares de los prisioneros que se despedían de ellos con lágrimas en los ojos en el muelle, y me di cuenta que no había nadie llorando por mi, quien si estaba era aquel joven a quien en un segundo de impulso excesivo le había dado una carta en un sobre amarillo donde le declaraba patéticamente mis sentimientos. Me miraba fijamente de entre la multitud acongojado. Yo recordé su elegante y educado rechazo y miré al capitán nuevamente.



-¿A donde nos dirigimos? -Pregunte con una sonrisa que él respondió con otra amplia, pero no contestó mi pregunta.

Viajar en ese globo fue la cosa más extraña que he hecho y por mucho la mejor. El capitán se encontraba sentado en el primer escalón más cercano al globo, yo en el de abajo y abajo de mi los otros tripulantes. El más cercano al suelo corría para agarrar vuelo hasta que el globo se elevó.


Era como volar en un columpio, la sensación no la puedo describir con exactitud, era una presión en mi pecho y mi corazón palpitaba con tal fuerza que creí que en cualquier momento podía salirse de mi pecho y volar lejos, pero cuando nos elevamos más cerca de las nubes algo pasó, la estúpida razón se instaló en mi hombro derecho y nubló mis ojos.


No conseguía ver más que mi propia espalda, era como ser alguien diferente a aquella que volaba en el globo, en realidad no era yo y era imposible que lo fuera. El desazón y la angustia me embargaron y las lágrimas amenazaban con salir cuando escuché su voz:


-¿Quien más puede ser si no eres tú? -Yo negué con la cabeza, y lloré, aquello era una tontería, no era yo la que volaba, todo aquello no era más que un sueño y yo una estúpida por haberlo creído real. Entonces el rió, fue una carcajada sutil y despreocupada que llenó de calor mi corazón


-Tonta -me dijo -estás perdiendo el tiempo con tus dudas, cuando la vista es hermosa. ¡Es real! Y esa que vez fuera de ti no eres más que tu misma, entra y compruébalo. ¡Eres tú!


-Soy yo... -Estiré mis brazos y me abrace por la espalda, abrí los ojos y ahí estaba. Las nubes eran las nubes más hermosas que jamás he visto, eran rosa como a la hora del atardecer y esponjosas como algodón, el globo las atravesaba con facilidad y tocarlas era sentir la suavidad al extremo.


Nunca había sentido la felicidad, pero estaba segura de que aquello que palpitaba en mi pecho era más grande que eso. Sonreía, no podía parar de sonreír y las lágrimas que habían mojado mis mejillas el viento las limpiaba por mí y me acariciaba susurrándome que aquello era real.


Entonces el globo comenzó a elevarse más, atravesamos las nubes y entramos a un lugar completamente distinto.


¡Una ciudad en los cielos!


Aquí no había más tonos pastel, todo era de diferentes matices del café, la luz era más escasa y sin embargo no pude pensar otra cosa más que aquel lugar era tan diferentemente hermoso.


Había barcos surcando las nubes a nuestros pies y arriba de nosotros había otro tipo de nubes que crujían al atravesarlas, eran de la textura de las galletas de la suerte y no pude evitar sentir antojo por comerlas. El capitán rió como si escuchara mis pensamientos.


-¿A que hemos venido? -Pregunté con esa sonrisa en los labios que no parecía querer irse de mi

-A abastecernos -Explicó.

Pero olvidé como lo hicimos... no me quejo, más bien agradezco no haber olvidado todo por completo.

Mis recuerdos prosiguen cuando descendimos nuevamente a tierra firme, toda la tripulación reíamos y bromeábamos acerca del próximo viaje mientras el capitán iba a algún lugar a arreglar sus asuntos.

-¿No extrañas tu mundo? -Me preguntó Daniel, el más joven de nosotros
-Se siente bien estar aquí -admití -pero encontré mi lugar con ustedes -mi amplia sonrisa les corroboró que hablaba sinceramente y me abrazaron, mientras caminamos por una calle llena de tiendas.

-¡Entremos aquí! -Dije apuntando una tienda con peluches y artículos de esos que siempre llaman la atención del sexo femenino. Pero me detuve en la entrada asombrada por quien estaba frente a mí, apoyado en el mostrador de la tienda y dándome la espalda. Era el mismo chico a quien había entregado aquella vergonzosa declaración de amor antes de partir, y para mi sorpresa pude ver que la llevaba en un bolso de su mochila.

-¿Pasa algo? -Pregunto Daniel. Yo negué con la cabeza sin poder articular palabra cuando la voz fría y distante del capitán me saco de mi asombro

-Es hora de partir -Lo miré y asentí con una ligera sonrisa. Sí, era hora de partir y lo demás no importaba, pero él me detuvo -Tú te quedaras aquí

-¿Qué? -Pregunté frunciendo el entrecejo

-Este es tu lugar, aquí perteneces

-¿Estas loco? -Grité con un punto de histeria en la voz -No, no, no ¡NO! ¡Ni siquiera lo pienses! ¡No me dejaras aquí! ¡mi lugar es con ustedes y con nadie más!

Él negó con la cabeza y en sus ojos, aquellos que en realidad nunca pude ver, estaba escrito que había tomado su decisión, que le dolía como a mí, pero que no la cambiaría.

-¡No te atrevas a dejarme! -Le grité mientras la voz se me quebraba

Y entonces abrí los ojos a la realidad, estaba bañada en lágrimas en casa, lejos del muelle, lejos de las nubes rosas y lejos de aquel globo imponente.

1 comentario:

mariajesusparadela dijo...

Supongo que has empezado hace poco. Los blogs que tienen más éxito (llegué a ti desde "nevera de soltera" que es exitoso) suelen escribir poco en cada entrada. Eso facilita mucho la lectura.
Tu historia es bonita e interesante, pero podrías hacerla más corta. Es una opinión. Pero tu haz lo que quieras (Nevera tiene mil seguidores, no mil visitantes, que son facilísimos:yo tengo 20 seguidores y 12.000 visitantes en un año)